Somos información genética e información cultural, eso somos: información. Al morir dejamos esta información en nuestra descendencia. La cultura es tan profunda que modifica los genes patrón, los genes heredados. Todos los eventos, traumas o conflictos tempranos, van a producir cambios conductuales que desarrollan un gen modificador. Estos cambios son los que nos hacen diferentes, aunque seamos hermanos del mismo padre y de la misma madre, inclusive gemelos. Son estas contingencias sociales las que fabrican nuestra individualidad. El genoma no es un mapa para construir un organismo, sino una receta para “cocinarlo” y los condimentos son nuestras vivencias. "La civilización comenzará el día en que la preocupación por el bienestar de los recién nacidos prevalecerá sobre todas las demás".
El ser humano nace desconociendo el miedo. Por supuesto, cuenta con el sistema nervioso para detectarlo. El miedo, este sentimiento de inquietud, causado por un peligro real o imaginario; emoción decisiva para sobrevivir. El sistema nervioso responde a lo más urgente, a lo innato: comer, beber, copular, mantener la vida; el resto son aprendizajes. Lo vivido está engranado en nuestro sistema nervioso central. Lo que heredamos más lo que adquirimos resultante de cómo fuimos recibidos y, tratados luego; con esas vivencias y aprendizajes marcarán nuestra personalidad, crearán nuestro perfil.
Si durante el transcurso de la primera y segunda infancia, en las que se completa el desarrollo del sistema nervioso y se establece la integración del aparato psíquico, el niño vive reiteradas experiencias estresantes provocadas por el miedo, no se podrá adaptar y su conducta será negativa, y en el futuro desarrollará un estrés crónico, con fobias, temor irracional compulsivo; se encontrará frecuentemente agresivo, ansioso y angustiado. De persistir o incrementar este estado estresante, entonces, para sobrevivir se activará el sistema de inhibición de la acción, sus sistema nervioso que sirve para actuar, ahora sirve para “no actuar”; llegando, incluso, a paralizar al niño sin permitirle una reacción adecuada ante una situación de peligro.
Vivir derrotado es no vivir. Es ausencia de respuesta a estímulos externos; es automática, dolorosa; es la desesperanza adquirida por la suma de eventos negativos. Sus consecuencias son dramáticas en su salud física y mental, pero sobretodo, al sometimiento de todo tipo de adicción. Se convierte en una persona vulnerable. Los seres humanos somos seres “sintientes” y pensantes, con capacidad para actuar o para inhibirnos. La salud mental implica la adaptación, tanto la adaptación biológica, como la psicológica y social. Adaptarse implica aceptar una realidad ajena a nosotros y tener la capacidad de concretar acciones para transformar nuestras realidades. Pero esto no es fácil, el quiebre desadaptativo es posible para cualquiera y en cualquier momento, por lo que se requiere la ayuda de un profesional.
Los genes no son islas, forman parte de una confederación llamada cuerpo y hay genes sociales que modifican el cerebro. Los sucesos se hacen carne y luego se convierten en un gen. La naturaleza se entrelaza en la individualidad y cada día aprendemos más, por lo que incorporamos y crecemos, pero también podemos descender por la inhibición de la acción. La conducta humana es impredecible, nunca existirá un gen que la explique. Por eso, nos sorprende con tanta frecuencia, la conducta del prójimo y también, quedamos sorprendidos por nuestro propio actuar.
El Quijote señala: “Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias sino para los hombres, pero si los hombres la sienten demasiado, se vuelven bestias”.
El ser humano nace desconociendo el miedo. Por supuesto, cuenta con el sistema nervioso para detectarlo. El miedo, este sentimiento de inquietud, causado por un peligro real o imaginario; emoción decisiva para sobrevivir. El sistema nervioso responde a lo más urgente, a lo innato: comer, beber, copular, mantener la vida; el resto son aprendizajes. Lo vivido está engranado en nuestro sistema nervioso central. Lo que heredamos más lo que adquirimos resultante de cómo fuimos recibidos y, tratados luego; con esas vivencias y aprendizajes marcarán nuestra personalidad, crearán nuestro perfil.
Si durante el transcurso de la primera y segunda infancia, en las que se completa el desarrollo del sistema nervioso y se establece la integración del aparato psíquico, el niño vive reiteradas experiencias estresantes provocadas por el miedo, no se podrá adaptar y su conducta será negativa, y en el futuro desarrollará un estrés crónico, con fobias, temor irracional compulsivo; se encontrará frecuentemente agresivo, ansioso y angustiado. De persistir o incrementar este estado estresante, entonces, para sobrevivir se activará el sistema de inhibición de la acción, sus sistema nervioso que sirve para actuar, ahora sirve para “no actuar”; llegando, incluso, a paralizar al niño sin permitirle una reacción adecuada ante una situación de peligro.
Vivir derrotado es no vivir. Es ausencia de respuesta a estímulos externos; es automática, dolorosa; es la desesperanza adquirida por la suma de eventos negativos. Sus consecuencias son dramáticas en su salud física y mental, pero sobretodo, al sometimiento de todo tipo de adicción. Se convierte en una persona vulnerable. Los seres humanos somos seres “sintientes” y pensantes, con capacidad para actuar o para inhibirnos. La salud mental implica la adaptación, tanto la adaptación biológica, como la psicológica y social. Adaptarse implica aceptar una realidad ajena a nosotros y tener la capacidad de concretar acciones para transformar nuestras realidades. Pero esto no es fácil, el quiebre desadaptativo es posible para cualquiera y en cualquier momento, por lo que se requiere la ayuda de un profesional.
Los genes no son islas, forman parte de una confederación llamada cuerpo y hay genes sociales que modifican el cerebro. Los sucesos se hacen carne y luego se convierten en un gen. La naturaleza se entrelaza en la individualidad y cada día aprendemos más, por lo que incorporamos y crecemos, pero también podemos descender por la inhibición de la acción. La conducta humana es impredecible, nunca existirá un gen que la explique. Por eso, nos sorprende con tanta frecuencia, la conducta del prójimo y también, quedamos sorprendidos por nuestro propio actuar.
El Quijote señala: “Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias sino para los hombres, pero si los hombres la sienten demasiado, se vuelven bestias”.
Juandiegouribe
Revista Junio 7
Guadalajara, Jalisco, México
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